CONFUSIÓN

Su tierna cara descansaba profundamente en la cama del hospital. El abuelo, consternado, la miraba a ella como queriéndola matar con una daga invisible.
-Yo vi que se metió al mar como hipnotizado, le digo que se quería suicidar -le dijeron al abuelo. ¿cómo un niño tan lleno de vida iba a querer actuar de esa manera? él no podía entenderlo, la culpa sólo podía ser de su madre, quien violada en la juventud veía en su pequeño y hermoso hijo el rostro del trauma que sufrió.
-No te da verguenza, mala madre, ¡mira lo que haz hecho! -gritó el viejo indignado poniéndose de pie rapidamente y con un gesto muy agresivo.
-Yo ni hize nada papá, ese chico está mal, como su padre,terminará en un manicomio porqué.. - no concluyó su frase cuando el viejo le dio una cachetada que hizo brotar el llanto de la exhaltada mujer
-Reacciona, por años he soportado esto, ver la manera en que lo desprecias, ¡él no tiene la culpa! -ella, aun con la cara enrojecida, comprendió que se había comportado de la misma manera que aquel infeliz que abusó de ella.
-Yo estaba tan indefensa, acorralada... ese maldito callejón obscuro, yo sólo tenía 17 años, yo nunca quise un hijo, y menos de esa manera, ese cerdo abusó de mí, sació su sed en mí, maldito sea, ojalá se pudra en el infierno -le había contado a su terapeuta, pero en estos momentos se percataba que ahora ella hacia lo mismo con su hijo, sólo que su sed era de venganza, y el pobre no tenía la culpa, esas tiernas caras que hacia para ella en su cumpleaños, mientras ella esquivaba su abrazo, definitivamente iría al infierno, como aquel maniatico sexual.
-Mamá, te amo, ¿Eres tu verdad? -preguntó Yoko extrañado de ver al pie de su cama a esa mujer que nunca lo había tocado más que para pegarle, esa misma que ahora acariciaba su cabello y abría su boca temblorosa para decirle -Perdoname niño, no tenías porque matarte, sé que dentro de mí hay algo de amor para ti, lo sé porque eres parte de mí, sólo debo aprender a amarte, no te mueras, no me dejes...
Yoko, sorprendido, escuchando algo que en toda su corta vida quiso escuchar, supo que su paciencia valió la pena y dijo tocando la cara de su mamá -¿Matarme? pero si lo último que recuerdo es que me caí a orillas del muelle, nomás.

Karen Cano,
alumna del taller de creación literaria de la UACH
coordinado por Liza Di Georgina.

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